En un país donde las políticas públicas suelen caminar a espaldas de la evidencia científica, el conocimiento generado en las universidades comienza a reclamar un papel protagónico. Esta idea se transmitió en la «Jornada científica de vicerrectores, directores de investigación investigadores y expertos», donde autoridades y líderes académicos debatieron cómo transformar la ciencia en un instrumento real de desarrollo.
La reunión se realizó enmarcada en el Foro de Universidades de la Red RIESGIRD/ACC-2025, organizado por la universidad ESAN, el último 3 de octubre en el Aula Magna de la Universidad Católica de Santa María. El encuentro dejó una conclusión clara: sin investigación aplicada, no hay decisiones públicas eficaces.
En ese escenario, la intervención del Dr. Henry Gustavo Polanco Cornejo, vicerrector de investigación de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa (UNSA), ofreció un diagnóstico directo y una propuesta concreta. Polanco cuestionó el modelo tradicional centrado exclusivamente en la producción de artículos académicos, defendiendo una investigación que salga del repositorio y entre en el terreno de las decisiones. “La ciencia no puede seguir siendo un fin en sí misma. Debe servir para prevenir riesgos, guiar políticas y transformar territorios”, afirmó.
La UNSA, explicó, ha apostado desde 2016 por un modelo que rompe inercias: fondos concursables, evaluación externa rigurosa y alianzas con universidades extranjeras forman parte de una estrategia que busca generar conocimiento útil y transferible. Este enfoque ha permitido a la institución escalar posiciones en el ámbito global y consolidarse como uno de los polos científicos más activos del sur del país.
El cambio más importante ha sido conceptual. Ya no se trata de publicar por publicar, sino de investigar con propósito. Bajo esta lógica, los proyectos priorizan el impacto social y territorial: gestión del riesgo, ordenamiento urbano, cambio climático, recursos hídricos y minería sostenible son hoy áreas clave. La meta es clara: que el conocimiento no se quede en el aula, sino que se convierta en herramienta para diseñar políticas.
Los resultados comienzan a verse. Polanco destacó, por ejemplo, la elaboración de mapas de riesgo en diversas cuencas de Arequipa, un trabajo interdisciplinario que permite a los gobiernos locales anticipar desastres naturales y planificar el uso del suelo con criterio técnico. Estos estudios, presentados públicamente, muestran cómo la universidad puede producir insumos valiosos para la toma de decisiones y no limitarse a observar la realidad desde el laboratorio.
No obstante, el académico fue enfático al señalar que la ciencia por sí sola no basta. La desarticulación entre instituciones, la desactualización de planes urbanos y la débil cultura de prevención siguen siendo obstáculos estructurales. “Podemos producir conocimiento, pero si no se integra a la gestión pública, pierde fuerza. La evidencia debe ser parte del diseño de políticas, no un documento de consulta”, advirtió.
Con más de 1700 proyectos ejecutados, la UNSA quiere dejar de ser solo un centro de producción académica para convertirse en un actor estratégico del desarrollo regional. Su modelo propone un cambio de paradigma: que la ciencia oriente las decisiones y que las decisiones se construyan sobre evidencia. En un país que todavía invierte poco en investigación, el desafío no es menor, pero el mensaje desde Arequipa es contundente: el conocimiento que no transforma, no sirve.
